domingo, 3 de febrero de 2013

El capitalismo devorador

El principio fundamental del capitalismo es la obtención del máximo beneficio individual. Se espera que este principio produzca, como consecuencia, la obtención del máximo beneficio colectivo. Por ejemplo, una empresa que vende teléfonos móviles se verá obligada a mejorar constantemente la tecnología que ofrece y a bajar sus precios tanto como pueda para poder competir. Al final, los beneficiados son los consumidores tanto como la propia empresa. Todos ganamos.

Lamentablemente, este mecanismo no funciona en muchas ocasiones. Hay muchos procedimientos para obtener el máximo beneficio que no pasan por competir en beneficio de los consumidores. Uno de ellos es, simplemente, comprar a los políticos que se supone que deben dictar las reglas que evitan abusos intolerables.

Naturalmente, es posible no solo comprar a los políticos. Se puede comprar también a los medios de comunicación, de forma que consigas además que en las mentes de los ciudadanos crezcan las ideas que te benefician  y, sobre todo, no aparezcan las ideas que te perjudican.

Se pueden comprar países enteros. Mediante el mecanismo del endeudamiento de las naciones a los mercados financieros (puesto en marcha, naturalmente, por políticos a su vez comprados), cualquier desvío del camino ortodoxo se castiga mediante un encarecimiento de la deuda. Llegado el caso, también se puede por este procedimiento despedazar a un país débil para repartirse los despojos.

Se compra el sistema financiero mismo, arrebatando a los ciudadanos la capacidad de controlar los bancos centrales y se deja en manos de los bancos privados, en su práctica totalidad, la creación del dinero. Creación que se dirige no hacia el beneficio social, sino hacia el máximo beneficio privado. No importa que por el camino destruyas el planeta, porque uno de los principios asumidos por el capitalismo es que se desea obtener el máximo beneficio HOY. El futuro, que arree con las consecuencias.

Con el control del sistema político no es difícil controlar el sistema judicial: haciendo que los miembros del tribunal supremo y constitucional sean elegidos por los políticos comprados, te aseguras de que tus asuntos legales caerán siempre en buenas manos. El consejo general del poder judicial está para enderezar a los jueces que se salgan del camino marcado y el indulto, centenares de indultos al año, están para dejar una última puerta de escape a los amigos.

Pero o peor de todo es el haber comprado nuestras mentes. La propaganda permanente a través de los medios de comunicación y la publicidad acaban haciendo que los principios capitalistas hayan sido completamente absorbidos hasta nuestro tuétano. Convencidos de que vivimos en una sociedad depredadora, de que la felicidad se encuentra en disfrutar de nuevos y caros objetos, renunciamos a una parte esencial de nuestra humanidad: la capacidad de cuidar, servir y ocuparnos de los otros. De disfrutar haciendo bien nuestro trabajo (si lo tenemos), de sabernos útiles.

Hayamos tenido éxito o fracaso, el sistema capitalista nos hace morir huecos y fundamentalmente solos.

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